jueves, 28 de diciembre de 2017

INCIDENTE CRÍTICO. Jon Ander Garibi Polo

INCIDENTE CRÍTICO


Realmente me cuesta mucho identificar un momento que yo denominaría como “crítico”, puesto que no he tenido muchas ocasiones en las que me haya sentido vigilado. No obstante, he de reconocer que los vídeos que hemos tenido que visualizar me han hecho pensar y cavilar acerca de esta vigilancia a la que estamos sometidos, especialmente la película “Snowden” y la charla “porqué me vigilan si no soy nadie”. Considero estos niveles de control desorbitados y opresivos, ya que estimo que coaccionan a la ciudadanía despojándola de uno de los que, a mi juicio, es de los derechos más básicos de todo ser humano, la libertad. Es más, considero que las personas no atribuyen tanta importancia a la libertad como deberían y que en muchos casos obvian el control que terceras personas poseen sobre sus vidas. Sin embargo, esta vigilancia y el control que acarrea irán a más y, sinceramente, dudo mucho que una sociedad tan pasiva como la nuestra vaya a hacer nada al respecto.

En cuanto a la situación crítica, ocurrió cuando yo tendría unos 16 años. Mi padre y mi madre estaban de viaje porque habían ido a visitar a unas parientes y, por lo tanto, yo iba a estar todo el fin de semana solo en casa. Era octubre, San Fausto concretamente, por lo que eran fiestas de Basauri, un pueblo cercano al mío. Sabía que a ellos no les haría ninguna gracia que yo fuera a esas fiestas pero realmente estaba solo, aquél fin de semana no respondía ante nadie y como estaba concienciado de que ellos no se enterarían, decidí ir a aquellas fiestas con la cuadrilla, no sin antes llamar a mis padres mintiéndolos y asegurando que aquél sábado no saldría de casa más que a la lonja con los amigos. Aquella noche salí y disfruté con mis amigos y el domingo al amanecer ya estaba en casa dispuesto a irme a dormir. Cuando desperté, recibí una llamada de mi madre echándome la bronca más por haberles mentido, que por haber ido a fiestas de Basauri. Yo no sabía como se habían enterado de nada, puesto que, a mi entender, no había forma alguna de que se percataran de mi mentira. Al parecer, uno de mis amigos subió a la red social “Tuenti” (de la que yo era usuario) una de las muchas fotos tomadas durante la noche del sábado, y este me etiquetó. Mi prima me tenía agregada como amigo y su madre, que en aquel entonces le vigilaba el móvil y todos sus movimientos en redes sociales, vio la foto y se la enseño a mi madre, dado que da la casualidad que aquellas parientes a las que visitaban eran mi prima y su madre.


Soy consciente de que esta anécdota puede no ser el más crítico de los incidentes, pero reconozco que sí que me dio que pensar. A día de hoy soy una persona bastante reacia a las redes sociales, la única de la que soy miembro y utilizo habitualmente es “WhatsApp” y tengo mucho cuidado de donde se publican o dejan de publicar mis fotos y quien tiene acceso a ellas. Considero que todas esas fotos y mensajes de acceso casi público y, por tanto, prácticamente universal de las redes sociales no dejan de ser un lastre para esa libertad que al principio he descrito como derecho esencial del ser humano. Yo realmente me considero una persona libre, al menos en la medida de lo posible, y no quiero que nadie que yo no quiera, tenga acceso a información acerca de mí que me implique en nada, por lo que repito, pese a que pueda no ser el incidente más crítico, sí que me llevó a reflexionar y escapar de aquello que considero, oprime mi libertad.  

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